VENGA DIOS A RESCATARNOS
Ante el llanto y la desgana
hay que sembrar ilusiones
y vestir los corazones
con sus cendales de grana,
por alegrar la mañana
después de la noche oscura.
Encerremos en clausura
la etapa de desconsuelos,
la de los múltiples duelos
por tantos seres de ausencias
que dejaron sus vivencias
en los surcos de la vida,
en misión comprometida,
disfrutando lo preciso.
Sin escuchar el aviso
de sirenas engañosas,
enseñándonos las cosas
importantes de verdad;
los sueños, la claridad.
La auténtica maravilla
en su forma más sencilla,
como el rumor de la fuente.
De la pandemia silente
venga Dios a rescatarnos,
e indulgente consolarnos
de lágrimas y temores,
que la estación de las flores
llegará, pues se la espera,
vestida de primavera,
con su perenne canción.
Con Inefable emoción
démosle la bienvenida
al renacer de la vida,
repuesta de su jirón.
María Bote
febrero de 2021