SONETO INVERTIDO

Éste soneto lo escribí el pasado año por estas fechas, recordando a las vidas que se me fueron llevándose con ellas trocitos de la mía propia. Lo repongo aquí para honrar sus memorias.




AQUÍ ESTÁN

Mi casa es la casa de mis muertos,
sus sonrisas presiden los estantes
y asisten a trasiegos incesantes.

Juntos, con los mayores los infantes;
sus miradas atentas y constantes,
al filo de mi amor siguen despiertos.

Aquí están, su corriente se derrama
en el sabor perdido de las cosas.
Errantes e invisibles mariposas,
de un tembloroso cirio leve llama.

Mi memoria los cita y los proclama
con aromado acento de las rosas.
 Sus esencias sutiles, pudorosas,
son la raíz perenne de mi rama.

María Bote

MARINAS

MARINAS



Un eterno rumor

de antiguas caracolas,

persiguiendo mis pasos

por la rizada espuma,

en la aurora naciente

             por las aguas mecida.

                     
             El latir de mi pulso

se expande por la playa

y habito en mi insolencia

el reino poderoso

de algas y de sales.



Por las rubias arenas,

lo arcano permanece,

mientras visto la túnica

sutil de los azules.

                     
             Son frágiles mis sueños

en las celestes albas,

castillos que sucumben

en la blanda humedad



Quisiera convertirme

en  la concha irisada

de un mar alborozado.

              Poner mi corazón

en túmulo de rocas,

para así protegerlo

de la insidia constante.



Ya volveré mañana

a empaparme de aromas

y salitres profundos,

a fundir  las cadenas

de la melancolía…



   María Bote.

SONETO DE OTOÑO

Hasta la vuelta, amigos/as

SONETO DE OTOÑO

Ya se caen las hojas, mansamente,
mientras los ocres visten las campiñas.
Cubren el suelo las doradas piñas,
me abonan mil pesares de repente.

Se me apresura el alma, diligente,
a buscar su cobijo por las viñas,
evitando furores y rapiñas.
Avanza por las sendas del poniente.

Se apodera el otoño de mi tarde
sin mieles y sin frutos, sin empeño;
corroe mi dosel de la esperanza.

La hoguera sólo gime, ya no arde,
se muere del hastío sin ensueño,
al no encontrar el fiel de mi balanza.

María Bote
otoño del  2011

LA FE

LA FE

LA FE

Unos padres, después de esperar durante 7 años, al fin, tuvieron lo que más deseaban: un hijo. La casa se les lleno de alegrías: risas, lloros, nanas, juegos…LA FELICIDAD.

     Cuatro años después, de pronto, el niño se pone muy enfermo. Lo llevan de un médico a otro, sin querer perder la esperanza de la curación del pequeño. Al final del angustioso peregrinaje, el mejor médico en la especialidad, les dice que al pequeño sólo le quedan unos tres meses de vida. En ese instante, y sobre todo para la madre, esa misma vida se le desmorono ante sus pies. Con su llanto, podrían haberse regado todos los jardines del mundo.

     Los padres no se conformaron, fueron a otro Dr que, además de confirmarle el terrible diagnóstico les hizo una pregunta ¿son Uds creyentes? – SÍ – le contestaron. Pues recen, recen mucho y yo haré lo que pueda.

       Siguieron al pie de la letra las pautas que el médico les imponía y,  rezaron, rogaron continuamente a Dios por la salvación de su hijo. Lo hicieron con  FE, con una FE inmensa.

      Hoy, ese niño, tiene ya 34 años, mide casi dos metros, es la viva imagen de la salud y la hermosura, es, además, padre de tres preciosas hijas.

     La madre está convencida: es la consecuencia de la  FE, así, con MAYÚSCULAS.
 A ella se aferró en tan crucial momento y no salió defraudada.

       María Bote
       8 – 10 - 2011
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